martes, marzo 04, 2008

Un vagabundo debajo de mi ventana 3



La primera vez que viajé a un país anglosajón, Irlanda, supuso para mí una novedad en mi relación con las personas que viven sin Hogar: los Homeless.
Curiosamente y a pesar de mis limitaciones con el idioma, el hecho de que por las calles de Dublin hubiera, a mi juicio, muchas personas en esta situación, me provocó una intención de comunicarmes con ellos.

Me dí cuenta de que hablando con ellos se podía comprender mejor a que se debía su situación, y sin darme cuenta me ví abrazado, fotografiado e inmerso en sus problemáticas concretas. perdí el miedo a la conversación y al conocer sus vidas. preguntas simples, sin retórica, sin prejuicios y de forma cordial y directa, daban como resultado una apertura total a la hora de abrirse y contar sus sentimientos.

A partir de Dublín, comence a hablar con todas las personas con las que he tenido la oportunidad. Obviamente he intentado siempre discriminar con un juicio lo más razonable posible, aquellos que viven en la calle por su situación de aquellos que usan la calle como medio de vida, sobre todo los que piden limosna o una ayuda, que considero sea una problemática diversa, aunque por supuesto también muy relacionada.

Curioso el caso de el señor Royal Lee, un americano de origen irlandés que vive en pleno centro comercial de Milano, entre un aparcamiento público (que curiosamente explotan economicamente otros necesitados) y un quiosco de prensa. Un señor con una basta cultura que no oculta sus problemas con el Alcohol, con el cual pase unos ratos inolvidables hablando de política internacional.

Más curioso fue, cuando no hace ni tres semanas fuí parado, registrado e identificado en la Gran vía de Granada por la policía secreta tras haber estado charlando con un señor que se preparaba un colchón dentro de un cajero automático, con el cual simplemente intercambie unas palabras sobre sus condiciones de vida. Supuse que el tipo podría ser un menudero de chocolate entre los turistas, ya que los policias fueron insistentes en saber si me había vendido algo. Sin entrar en más detalles, lo que me interesa recalcar es mi sorpresa al comprobar que la gente que vive en la calle además de tener una basta sabiduría sobre la condición humana, suelen ser gente necesitada de atención y conversación y que son bastante dados a abrirse sin distinción ni condiciones, gente con los sentimientos a flor de piel, y por supuesto gente que indudablemente tiene unas grandes ganas de vivir.

El de la foto es Ben, perdió a su mujer de repente con un cancer hacía unos 4 años, poco después perdió su casa por las deudas y el alcohol. Ahora vive en la calle, come y se ducha en un albergue al cual tiene derecho a dormir por períodos breves. Dublín.

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